look what you made me do (lwymmd)
Dicen que la venganza se sirve fría, pero yo creo que es mejor servirla con una sonrisa torcida y los labios probablemente pintados con alguno de esos labiales de MAC que ahora la OCU dice que dan cáncer. Una cerveza fría y esa expresión de quien ya no necesita ganar, solo estar fenomenal mientras el universo hace su trabajo sucio.
Porque la venganza no siempre tiene que ser despiadada. Porque no toda venganza necesita sangre.
A veces es más bien una punzada sutil: dejar que la otra persona sea feliz, relativamente feliz, claro; pero que cada triunfo lleve escondida tu sombra. Que lo que ahora presume haber conseguido tenga tu semilla en alguna parte.
Como esa canción que empezó siendo cosa tuya, pero ahora te recuerda inevitablemente a alguien. Siempre. Y eso dura años, a veces para siempre. Como a me pasaba con Eventually, de Tame Impala.
Pero, como dice esa canción:
“Eventually, because I know that I’ll be happier, and I know you will too.”
El otro día soñé con aquel Dos de Mayo en el que me crucé con esa persona que tiene afición a los gatos, a buscar entre las cosas de las demás y a menospreciar las suyas. Y en el sueño, con una elegancia pizpireta que parecía una escena borrada de una peli de Sofia Coppola, le devolvía exactamente lo que me hizo. Pero envuelto en Santal Blush.
Al despertar me di cuenta de que nada me impide hacerlo ahora.
Y sonreí.
Porque cuando te das cuenta de que nada tienes que perder, el miedo pasa al otro lado.
Ahora soy yo la que monta en un avión maravilloso, y tú… deberías revisar ese seguro de tu casa. Por si el avión te cae encima.
Y es que, a veces, la venganza no es destruir.
Es elevarte.
Tanto que tengan que mirar hacia arriba para verte.